
SADOP DENUNCIA PÚBLICAMENTE LOS DESPIDOS OCURRIDOS EN LOS COLEGIOS CRISTO REY Y BIALIK DE LA CIUDAD DE ROSARIO
Enseñaban en escuelas privadas, reclamaron sus derechos y las echaron
Tres denuncias de docentes de escuelas privadas de Rosario se suman a la lista de intimidaciones laborales que sufre este sector. Una corresponde a una maestra despedida por demandar la antigüedad que le correspondía en el cargo. Las otras dos _entre algunas razones difíciles de explicar_ por "estar acostumbradas a la escuela pública". En diálogo con LaCapital.com.ar, relatan cómo es enseñar con miedo a perder el trabajo, hablan de irregularidades, como la existencia de "alumnos fantasma" para sostener el subsidio estatal, y se preguntan por el tipo de control que ejerce el Estado ante estas anomalías. Desde el Sadop aseguran que "trabajar bajo presión es habitual entre los docentes privados".
M. es docente, tiene 47 años, dos hijos y una vasta formación profesional que alcanza hasta el grado universitario. Hacía 12 años que enseñaba inglés en el Colegio Cristo Rey de Rosario. Esta semana, apenas volvió de vacaciones, la llamaron desde la secretaría de la institución, de Laprida 1380, para comunicarle que "prescindían de sus servicios".
"Lo primero que quise saber fue por qué, si había tenido algún mal desempeño en mi tarea, y me dijeron que no, que era sin una causa justificada. Así, sin darme un motivo, me dejaron sin trabajo", cuenta la educadora con un nudo en la garganta.
La angustia de esta profesora se percibe en su voz. También la impotencia. Y si bien todavía no logra entender este proceder del colegio se anima a pensar que el despido se relaciona con un reclamo que anticipó a los directivos que formalizaría.
"En diciembre me presenté ante el padre Sergio (rector del Cristo Rey) para decirle que pensaba que era ético de mi parte avisarle que en febrero iniciaría el reclamo por una diferencia de antigüedad en mi cargo. Me contestó de muy mala manera diciéndome que el sindicato (por el Sadop) y sus abogados no sabían nada de leyes. La charla terminó ahí, pero cuando regreso de vacaciones me encuentro con el despido", relata M., la docente echada.
El dato clave que hay que conocer en esta historia es que ella hacía casi doce años que trabajaba en ese colegio, pero recién cuatro que su cargo era subvencionado. En otras palabras, la pretensión legítima de la maestra era que la escuela le reconociera todos los años trabajados.
El pedido no es nada desubicado si se tiene en cuenta que en la docencia eso suma puntos en el salario y para cualquier concurso. De hecho M. queda escalafonada debajo de otras profesoras con menos antigüedad: "A pesar de la experiencia que tengo, pierdo 8 años cuando voy a los concursos".
La pelea para conseguir este cargo subvencionado la dio la propia maestra ante el Ministerio de Educación. Una vez que lo logró trabajó casi 4 años sin que se le reconociera lo transitado en las aulas hasta entonces.
Callar por miedo
“Siempre callé por miedo a perder el trabajo, pero necesitaba que me reconocieran esa diferencia”, dice. M., que contaba hasta entonces con 18 horas cátedra semanales por las que percibía un magro salario de 1.300 pesos. “Era mi único trabajo fijo, que me daba obra social y otros beneficios para mis hijos que ahora no los tengo”, cuenta con angustia.
Se reprocha a sí misma no haber hablado antes, pero también se justifica en el temor permanente a perder la fuente laboral. “En esta situación sentís que el miedo, el acoso y haber visto a lo largo de estos años la cantidad de despidos que hubo en mi colegio me paralizaron. Lo peor ahora es esa impotencia de no haber actuado cuando correspondía”, confiesa con desazón.
Por el momento la maestra se queda con algunas horas en otra escuela de la ciudad y espera pasar rápido el mal trago para salir a buscar trabajo. Claro que en franca desventaja.
Extraña calificación: “La triple E”
Los testimonios de T. y S. no son más alentadores. Una es profesora de literatura y la otra de informática. Hasta el 30 de diciembre enseñaban desde hacía 5 años en el secundario de la Escuela J.N. Bialik, de Paraguay 1122 de Rosario. Ese día recibieron el telegrama de despido sin una causa justificada.
Las profesoras, de 30 y 36 años respectivamente, respiran profundo para tratar de hilvanar y dar sentido a un relato impensable en un ámbito educativo.
“Lo nuestro es más largo, procesado, con estrategias persecutorias y hasta maltrato profesional”, comienzan a contar. Según dicen, el argumento del despido que dieron a otros colegas se basó en decir, por parte de la dirección de la escuela, que “las chicas no se adaptaron”.
“En realidad no fuimos funcional al modelo que nos pedían, entendiendo por esto que molestábamos porque contestábamos los cuestionamientos que nos hacían”, explican las profesoras.
Agregan que consideran que “las observaciones son siempre constructivas en tanto se hagan con ese sentido y no para perseguirlas”.
Los ejemplos se suceden y la mayoría se vincula con una descalificación a la autoridad docente y pedagógica. “La directora me cuestionó por ejemplo que les diera a los chicos de tercer año del secundario el libro de Manuel Puig, ‘La traición de Rita Hayworth’, por considerarla de alto contenido sexual”.
El broche de oro lo dio una encuesta que la escuela les hizo a los alumnos hacia fin del año pasado. “Fue anónima, sin que los profesores supiéramos de la misma y donde les pedían que calificaran qué docente era bueno o malo para ellos, por ejemplo”, describen aún sin salir del asombro.
“Las observaciones que la escuela nos hizo se basó en un extraño parámetro, bastante desagradable por el nombre, conocido como la triple E: la Erudición, la Empatía y la Etica”, contaron. Una de las profesoras agregó que a ella la directora le observó irónicamente: “Vos gozás de mucha erudición, tenés una gran ética pero te falta empatía”.
Alumnos fantasmas
Según se desprende de la página del Servicio Provincial de Enseñanza Privada (Spep), tanto el Colegio Cristo Rey como la Escuela J.N. Bialik reciben el ciento por ciento de subsidio estatal.
Entre varias anomalías que denuncian las profesoras está la de haber cobrado durante un buen tiempo el sueldo el día 15 de cada mes, “cuando el Estado lo depositaba antes”. También indican que “la escuela cobra una cuota de 600 pesos a los alumnos”.
Pero, entre otras denuncias graves que formulan, está “la existencia de alumnos fantasmas”: “Nos obligaban a ponerles una calificación a alumnos que no teníamos”, cuentan las profesoras dejando ver que esto se realizaba para mantener una matrícula mayor y no perder el subsidio del Estado.
“Nos preguntamos qué control y papel ejercen los supervisores (del Spep), los funcionarios del gobierno”, dicen en voz alta las educadoras.
“No tienen el target necesario”
Entre tantas situaciones cotidianas que -afirman- les generaron como mínimo un “estrés permanente”, lo más doloroso fue sentirse descalificadas y hasta discriminadas por trabajar también en el sector público de la educación.
“Ustedes están acostumbradas a la escuela pública, no se pueden adaptar aquí, no tienen el target que la escuela necesita”, les dijo la directora de la Bialik. Y agregan: “Nos descalificaban por ir a trabajar en colectivo o en bicicleta”.
La profesora de literatura tenía 8 horas cátedra por las que percibía 595 pesos al mes y la de informática 10 y alcanzaba, con incentivo incluido, los 650 pesos mensuales. Una y otra también tienen formación universitaria, y sostienen sus hogares con el paupérrimo salario que ya no tienen.
Se mantienen en reserva las identidades de las tres docentes entrevistadas porque aún sienten el temor a seguir perdiendo posibilidades de enseñar dignamente. Sus testimonios dan fe de este miedo.
Tres denuncias de docentes de escuelas privadas de Rosario se suman a la lista de intimidaciones laborales que sufre este sector. Una corresponde a una maestra despedida por demandar la antigüedad que le correspondía en el cargo. Las otras dos _entre algunas razones difíciles de explicar_ por "estar acostumbradas a la escuela pública". En diálogo con LaCapital.com.ar, relatan cómo es enseñar con miedo a perder el trabajo, hablan de irregularidades, como la existencia de "alumnos fantasma" para sostener el subsidio estatal, y se preguntan por el tipo de control que ejerce el Estado ante estas anomalías. Desde el Sadop aseguran que "trabajar bajo presión es habitual entre los docentes privados".
M. es docente, tiene 47 años, dos hijos y una vasta formación profesional que alcanza hasta el grado universitario. Hacía 12 años que enseñaba inglés en el Colegio Cristo Rey de Rosario. Esta semana, apenas volvió de vacaciones, la llamaron desde la secretaría de la institución, de Laprida 1380, para comunicarle que "prescindían de sus servicios".
"Lo primero que quise saber fue por qué, si había tenido algún mal desempeño en mi tarea, y me dijeron que no, que era sin una causa justificada. Así, sin darme un motivo, me dejaron sin trabajo", cuenta la educadora con un nudo en la garganta.
La angustia de esta profesora se percibe en su voz. También la impotencia. Y si bien todavía no logra entender este proceder del colegio se anima a pensar que el despido se relaciona con un reclamo que anticipó a los directivos que formalizaría.
"En diciembre me presenté ante el padre Sergio (rector del Cristo Rey) para decirle que pensaba que era ético de mi parte avisarle que en febrero iniciaría el reclamo por una diferencia de antigüedad en mi cargo. Me contestó de muy mala manera diciéndome que el sindicato (por el Sadop) y sus abogados no sabían nada de leyes. La charla terminó ahí, pero cuando regreso de vacaciones me encuentro con el despido", relata M., la docente echada.
El dato clave que hay que conocer en esta historia es que ella hacía casi doce años que trabajaba en ese colegio, pero recién cuatro que su cargo era subvencionado. En otras palabras, la pretensión legítima de la maestra era que la escuela le reconociera todos los años trabajados.
El pedido no es nada desubicado si se tiene en cuenta que en la docencia eso suma puntos en el salario y para cualquier concurso. De hecho M. queda escalafonada debajo de otras profesoras con menos antigüedad: "A pesar de la experiencia que tengo, pierdo 8 años cuando voy a los concursos".
La pelea para conseguir este cargo subvencionado la dio la propia maestra ante el Ministerio de Educación. Una vez que lo logró trabajó casi 4 años sin que se le reconociera lo transitado en las aulas hasta entonces.
Callar por miedo
“Siempre callé por miedo a perder el trabajo, pero necesitaba que me reconocieran esa diferencia”, dice. M., que contaba hasta entonces con 18 horas cátedra semanales por las que percibía un magro salario de 1.300 pesos. “Era mi único trabajo fijo, que me daba obra social y otros beneficios para mis hijos que ahora no los tengo”, cuenta con angustia.
Se reprocha a sí misma no haber hablado antes, pero también se justifica en el temor permanente a perder la fuente laboral. “En esta situación sentís que el miedo, el acoso y haber visto a lo largo de estos años la cantidad de despidos que hubo en mi colegio me paralizaron. Lo peor ahora es esa impotencia de no haber actuado cuando correspondía”, confiesa con desazón.
Por el momento la maestra se queda con algunas horas en otra escuela de la ciudad y espera pasar rápido el mal trago para salir a buscar trabajo. Claro que en franca desventaja.
Extraña calificación: “La triple E”
Los testimonios de T. y S. no son más alentadores. Una es profesora de literatura y la otra de informática. Hasta el 30 de diciembre enseñaban desde hacía 5 años en el secundario de la Escuela J.N. Bialik, de Paraguay 1122 de Rosario. Ese día recibieron el telegrama de despido sin una causa justificada.
Las profesoras, de 30 y 36 años respectivamente, respiran profundo para tratar de hilvanar y dar sentido a un relato impensable en un ámbito educativo.
“Lo nuestro es más largo, procesado, con estrategias persecutorias y hasta maltrato profesional”, comienzan a contar. Según dicen, el argumento del despido que dieron a otros colegas se basó en decir, por parte de la dirección de la escuela, que “las chicas no se adaptaron”.
“En realidad no fuimos funcional al modelo que nos pedían, entendiendo por esto que molestábamos porque contestábamos los cuestionamientos que nos hacían”, explican las profesoras.
Agregan que consideran que “las observaciones son siempre constructivas en tanto se hagan con ese sentido y no para perseguirlas”.
Los ejemplos se suceden y la mayoría se vincula con una descalificación a la autoridad docente y pedagógica. “La directora me cuestionó por ejemplo que les diera a los chicos de tercer año del secundario el libro de Manuel Puig, ‘La traición de Rita Hayworth’, por considerarla de alto contenido sexual”.
El broche de oro lo dio una encuesta que la escuela les hizo a los alumnos hacia fin del año pasado. “Fue anónima, sin que los profesores supiéramos de la misma y donde les pedían que calificaran qué docente era bueno o malo para ellos, por ejemplo”, describen aún sin salir del asombro.
“Las observaciones que la escuela nos hizo se basó en un extraño parámetro, bastante desagradable por el nombre, conocido como la triple E: la Erudición, la Empatía y la Etica”, contaron. Una de las profesoras agregó que a ella la directora le observó irónicamente: “Vos gozás de mucha erudición, tenés una gran ética pero te falta empatía”.
Alumnos fantasmas
Según se desprende de la página del Servicio Provincial de Enseñanza Privada (Spep), tanto el Colegio Cristo Rey como la Escuela J.N. Bialik reciben el ciento por ciento de subsidio estatal.
Entre varias anomalías que denuncian las profesoras está la de haber cobrado durante un buen tiempo el sueldo el día 15 de cada mes, “cuando el Estado lo depositaba antes”. También indican que “la escuela cobra una cuota de 600 pesos a los alumnos”.
Pero, entre otras denuncias graves que formulan, está “la existencia de alumnos fantasmas”: “Nos obligaban a ponerles una calificación a alumnos que no teníamos”, cuentan las profesoras dejando ver que esto se realizaba para mantener una matrícula mayor y no perder el subsidio del Estado.
“Nos preguntamos qué control y papel ejercen los supervisores (del Spep), los funcionarios del gobierno”, dicen en voz alta las educadoras.
“No tienen el target necesario”
Entre tantas situaciones cotidianas que -afirman- les generaron como mínimo un “estrés permanente”, lo más doloroso fue sentirse descalificadas y hasta discriminadas por trabajar también en el sector público de la educación.
“Ustedes están acostumbradas a la escuela pública, no se pueden adaptar aquí, no tienen el target que la escuela necesita”, les dijo la directora de la Bialik. Y agregan: “Nos descalificaban por ir a trabajar en colectivo o en bicicleta”.
La profesora de literatura tenía 8 horas cátedra por las que percibía 595 pesos al mes y la de informática 10 y alcanzaba, con incentivo incluido, los 650 pesos mensuales. Una y otra también tienen formación universitaria, y sostienen sus hogares con el paupérrimo salario que ya no tienen.
Se mantienen en reserva las identidades de las tres docentes entrevistadas porque aún sienten el temor a seguir perdiendo posibilidades de enseñar dignamente. Sus testimonios dan fe de este miedo.
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